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sábado, 21 de enero de 2012

Manos


En el siglo XV, en una pequeña aldea cercana a Nüremberg. Alberto Durero y Franz Knigstein eran dos jóvenes amigos que luchaban contra toda adversidad por llegar a ser artistas. Como eran muy pobres, para poner pan en la mesa para todos sus hijos, sus padre trabajaban casi dieciocho horas diarias en las minas de carbón, y en cualquier otra cosa que se presentara. No tenían ningún mecenas que los ayudara, decidieron que uno de ellos estudiaría arte y el otro buscaría trabajo en la mina y sufragaría los gastos de los dos. Pensaban que, cuando el primero culminara sus estudios y ya fuera un artista, con la venta de sus cuadros podría subvencionar los estudios del compañero.
Echaron a suertes para decidir quién de los dos iría primero a la universidad. Lanzaron al aire la moneda un domingo al salir de la Iglesia. Durero fue a las clases y Knigstein se puso a trabajar. Durero alcanzó pronto la fama y la genialidad. Después de haber vendido algunos de sus cuadros, regresó para cumplir su parte en el trato y permitir que Franz comenzara a estudiar. Cuando se encontraron de nuevo, Alberto comprobó dolorosamente el altísimo precio que había tenido que pagar el compañero. Sus delicados y sensibles dedos habían quedado estropeados por los largos años de duro trabajo.
"No, hermano, no puedo ir a Nüremberg -le dijo su amigo-. Es muy tarde para mi. Estos cuatro años de trabajo en las minas han destruido mis manos. Cada hueso de mis dedos se ha roto al menos una vez, y la artritis en mi mano derecha ha avanzado tanto que hasta me costo trabajo levantar la copa durante tu brindis. No podría trabajar con delicadas líneas el compás o el pergamino, y no podrá manejar la pluma ni el pincel. No, hermano, para mi ya es tarde. Pero soy feliz de que mis manos deformes hayan servido para que las tuyas ahora hayan cumplido su sueño".
Tuvo que abandonar su sueño artístico, pero no se arrepintió de ello, sino que se alegró del éxito de su amigo y de haber podido contribuir a ello. Un día, Alberto sorprendió a su amigo de rodillas y con sus nudosas manos entrelazadas en actitud de oración. De inmediato, el artista delineó un esbozo de la que llegaría a ser una de sus obras más famosas. Llamó a esta poderosa obra simplemente "Manos", pero enseguida sería conocida como “Manos que  rezan”.


Más de 450 años han pasado desde ese dia. Alberto Durero fue un afamado pintor y grabador alemán, sin duda alguna el representante más genial del Renacimiento en el norte de Europa. Hombre de un profundo humanismo, gozó durante su vida de gran prestigio y popularidad.
Los museos y galerías de arte exhiben muchas obras del famoso Durero, pero su obra maestra sigue siendo, sin duda, estas “Manos que rezan”. El cuadro ha sido copiado miles de veces y usado en infinidad de ilustraciones. No sólo su valor artístico merece el aprecio de la gente, sino la historia que narra, una tierna historia de amistad, sacrificio y agradecimiento.

Porque... ¡nadie nunca triunfa solo!

7 cosas que me dicen:

Perséfone dijo...

Vaya... la historia que narras ha conseguido dejarme sin palabras. Y es que creo que, desgraciadamente, en nuestros días ya no es frecuente ver tales ejemplos de amistad verdadera.

Y ahora tengo que hacerte una confesión: tu blog me ha sorprendido enormemente. Es más, me ha llevado a replenaterme mi propia opinión sobre algunos temas.

Un saludo.

Un cura dijo...

No sabes cuánto me alegra todo lo que dices. Siempre serás bienvenida a este blog tan raro... y espero que nunca deje de sorprenderte, porque en la capacidad de sorprendernos está el inicio de nuestro saber vivir (creo que debería escribir un post sobre ello).
Muchas gracias.

paterfamilias dijo...

¡Ahora sí!

Me ha encantado esta historia.

Cuando califiqué este blog como "raro" era por la "desaparición de entradas" y por mi incompetencia a la hora de dejar un mensaje en el post adecuado (me leía la entrada hasta el final y clicaba allí creyendo que lo hacía en esa, cuando en realidad era en la anterior).

No solo no me parece raro este blog, sino que lo veo muy oportuno.

Un saludo

Aurora Llavona dijo...

Me ha gustado mucho la historia ;-)

Aioria90 dijo...

Qué maravillosa historia. No la conocía, gracias

Un cura dijo...

Gracias, paterfamilias, no te preocupes por lo de la rareza... para mí siempre es un elogio, así que no me siento mal cuando me dicen que el blog es raro (y no es la primera vez). Yo estoy acostumbrado a mí, así que ya me parezco hasta normal. JAJAJA. Gracias por tu comentario.

Gracias Eso y Aioria90, siempre es un placer recibir vuestros comentarios.

Angel dijo...

¡Qué historia tan preciosa! Me ha encantado esta anécdota tan grande de la historia...
¡Y qué bellas manos!

Un abrazo. Angel