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viernes, 27 de enero de 2012

Tengo miedo al FBI

Sí, tengo miedo al FBI, porque ayer me dí cuenta de que soy un pirata. Lo llevo siendo muchísimos años. Como últimamente me ha dado por limpiar en casa, estoy sacando cosas viejas de todos los rincones y descubrí las pruebas que me incriminan sin duda. Ahora temo que de un momento a otro, el FBI aparezca en mi casa y me lleven con Kim “Kimble” Schmitz (cuya compañía tampoco es que me resulte encantadora), por terrible pirata y por atentar contra los derechos de autor de no sé cuántos cientos de “artistas” indignados porque no compré su arte.
El caso es que tengo que deshacerme rápidamente de las evidencias...

Tengo sobre todo varios centenares de horas en cintas de cassette (¡qué bello recuerdo el de aquellos cassettes), porque recuerdo que durante gran parte de mi adolescencia, me dedicaba a “descargarme” canciones de la radio. Día tras día, por la mañana antes de ir al instituto, o por la noche mientras estaba en mi cuarto, me dedicaba a escuchar la radio... y canción que me gustaba, canción que grababa -espero que nadie se escandalice por mi tremenda confesión- para poder escucharla -¡oh, infamia!- todas las veces que quisiera... ¡Cuántas horas esperando a que apareciese esa canción que queríamos tener grabada, como un cromo difícil!... Jolín, y cuántos cassettes habré grabado y regalado a amigos y amigas (era una muestra de romanticismo incluso), para compartir con ellos gustos y descubrimientos musicales. Incluso tengo sobre mi conciencia pensar que a lo mejor, sin querer, fui yo quien inventó así las descargas ilegales.




Tengo también algunos vídeos, de los VHS, en muchos grababas vídeos musicales, o actuaciones en directo (de Tocata, por ejemplo) y lo que es peor, tengo grabadas pelis geniales, tanto que me da miedo que aparezca Clark Gable a pedirme lo que le debo en derechos por Lo que el viento se llevó, o que Charlton Heston me persiga con su bastón milagroso en venganza por la cantidad de veces que he visto Los Diez Mandamientos, que un día “descargué” de la tele, o lo que es peor, que Spielberg me llene la casa de Gremlins malignos, porque a él le debo taco de pasta por Los Goonies, todas las de Indiana Jones, El secreto de la pirámide o las de Marty McFly (¿quién pudiera viajar en el tiempo en un Delorian y rectificar la grave culpa que me aflige)... E.T. nunca pude descargármela, porque tardaron muchísimo en echarla por la tele, así que me la compré, pero ahí empieza otro grave delito...
Y es que creo que mis amigos y yo, fuimos -sin poder ganar millones- los inventores del concepto de Megaupload, porque cada vez que alguno se compraba un cassette, o cuando nos regalaban una cinta de vídeo, nos dedicabamos a hacer la vileza de compartirlo con los demás... alguna vez llegamos a conectar dos vídeos para multiplicar nuestro negocio de descargas, compartiendo cruelmente las pelis que los Reyes Magos nos habían traído. Así me hice con Alien y la saga completa de Rambo, y así permití que mis amigos se apropiaran de La historia interminable o del Batman de Tim Burton...

Tal vez debería aligerar el peso de mis carpetas, porque durante los años de estudios (bastante apretados económicamente), reconozco que aproveché los libros de los compañeros. Como si de un analógico Megaupload se tratase, los compañeros de clase (sólo los más amigos, creedme), nos poníamos de acuerdo para comprar cada uno alguno de los libros que los profesores nos exigían, así uno compraba el de francés y otro el de inglés, uno compraba el de lingüística y otro el de historia de la literatura, después nos ibamos intercambiando los temas, según veíamos los que nos convenían (el dineral que pude ahorrarme en libros que después no fueron del todo útiles, es incalculable), espero que en el tribunal que me juzgue, Chomski, Saussure o Vigotsky no sean demasiado duros conmigo. Los de teología tendrán más consideración, espero, por aquello de que enseñar al que no sabe es obra de misericordia y que está feo cobrar por ellas.

Bueno, voy a intentar destruir las pruebas, porque al fin y al cabo ya no tengo radio de doble pletina, ni VHS, así que no puedo escuchar ni ver nada de eso...
De todos modos, que el FBI sepa que pido perdón públicamente por mis canalladas y que espero realmente que Spielberg, Madonna, Stallone o Michael Jackson, no hayan pasado mucha hambre, o cualquier directivo de la BMG, de la Sony o de la Warner no hayan tenido que dormir al raso por culpa de mis infames actos de piratería.
La verdad es que además del cruel intercambio que ya realizábamos entonces, me pesa también no haber sabido sacarle el partido como otros. Pero en fin... tengo que reconocerlo, yo también soy un pirata... y ahora tengo miedo del FBI.

4 cosas que me dicen:

Anónimo dijo...

Todos en nuestra vida hemos sido piratas por lo visto.

Johnny dijo...

Todos hemos sido piratas en algún momento de nuestras vidas.

Aioria90 Germán Cappio dijo...

Genial padre. Esta entrada no necesita explicación. Felicitaciones

Un cura dijo...

Sí que todos somos un poco piratas.
Gracias anónimo, Johny y Aioria90. Me alegro de vuestros comentarios.