El reloj era su principal enemigo. Le ofrecieron muchos trabajos y le abrieron muchas puertas, pero mi amigo decía que encima de aquellas puertas siempre había un reloj enorme que cortaba los días en pedazos. No quería horarios de entrada y salida, no quería fichar, se negaba a aceptar que las horas tuvieran, por narices, sesenta minutos. Decía que la ociosidad era el estado ideal para provocar los grandes acontecimientos.
miércoles, 14 de marzo de 2012
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1 cosas que me dicen:
Hoy me gustaría por 1ª vez dar marcha a tras al reloj del tiempo y si pudiera hacerlo, os aseguro que no lo haría porque me hayan quedado puertas que cruzar.
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