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martes, 29 de mayo de 2012

El cirujano clandestino o de lo estúpido que podemos llegar a ser los hombres


Dr. Hamilton Naki, un sudafricano negro de 78 años, murió el 29 de mayo de 2005, hace hoy siete años.
La noticia no apareció en muchos periódicos, pero su historia es una de las más extraordinarias del siglo XX, o al menos a mí me lo parece.
Naki era un gran cirujano. Fue él quien retiró del cuerpo de la donante del corazón que fue transplantado a Louis Washkanky en 1967, en Ciudad del Cabo, Sudáfrica, en la primera operación de transplante cardíaco humano con éxito.
Es un trabajo muy delicado. El corazón donado tiene que ser retirado y preservado con el máximo cuidado.
Naki era el segundo hombre más importante del equipo que hizo el primer transplante cardíaco de la historia.
Pero no podía aparecer porque era negro en el país del apartheid.
El cirujano jefe del grupo, el blanco Christian Barnard, se transformó en una celebridad.

Pero Hamilton Naki no podía salir en las fotografías del equipo. Cuando apareció en una, por descuido, el hospital informó que era un empleado del servicio de limpieza.
Naki usaba bata y mascarilla, pero jamás estudió medicina ni cirugía. Había abandonado la escuela
a los 14 años. Era jardinero en la Escuela de Medicina de Ciudad del Cabo.
Comenzó limpiando las jaulas. Pero era curioso y aprendía deprisa. Aprendió la técnica quirúrgica
viendo a los médicos blancos que practicaban las técnicas de transplantes en perros y cerdos.
Se transformó en un cirujano excepcional, hasta tal punto que el Dr. Barnard lo requirió para formar parte de su equipo.
Era un problema para las leyes sudafricanas. Naki, negro, no podía operar pacientes ni tocar sangre de blancos. Pero el hospital le consideraba tan valioso que hizo una excepción con él.
Se transformó en cirujano... pero clandestino.
Pero eso no le importó. El siguió estudiando y dando lo mejor de sí, pese a la discriminación.
Era el mejor. Daba clases a los estudiantes blancos, pero ganaba salario de técnico de laboratorio, el
máximo que el hospital podía pagar a un negro.
Vivía en una barraca sin luz eléctrica ni agua corriente, en un gueto de la periferia, como correspondía a un negro.
Hamilton Naki enseñó cirugía durante 40 años y se retiró con una pensión de jardinero, de 275 dólares por mes.
Sólo cuando el apartheid terminó, le concedieron una condecoración y el título de médico honoris causa...
¡Qué estúpidos podemos llegar a ser los hombres! 

2 cosas que me dicen:

Aurora Masero dijo...

Estúpidos y afectados de una especie de daltonismo que nos hace ver sólo algunos colores en la piel de nuestros semejantes...

Aurora Llavona dijo...

No conocía esta historia, si que es cierto que llegamos a ser estúpidos ...